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El amor y la sexualidad en la época barroca

El amor y la sexualidad en la época barroca

Cuando hablamos de la época barroca nos referimos al siglo XVII. La palabra “barroco” significa “perla irregular”, puesto que el arte de la época estaba marcado por formas llenas de contraste. Por eso, el siglo XVII se caracterizaba por una tensión entre contrastes irreconciliables: por un lado estaban los que defendían el ambiente positivo y vitalista del renacimiento, y por otro, los que buscaban una vida profundamente religiosa. Esas visiones opuestas influyeron en el amor y la sexualidad en la época barroca.

Digamos que era un tiempo de opiniones contrarias. Estaban los herederos del Renacimiento y los nostálgicos de la Edad Media. Esto se reflejó en el arte y en la cotidianidad de los que hicieron vida en el barroco: había una vitalidad pomposa y ostentosa, al mismo tiempo que surgían movimientos monásticos.

Al mismo tiempo, Europa se encontraba sumida en las guerras. Hubo varias, pero la peor de todas fue la Guerra de los Treinta Años, que perjudicó en gran parte a Alemania. Por tal razón, Francia fue la potencia dominante de la época. Las guerras tenían una causa religiosa y política, pues la lucha se daba entre protestantes (aquellos que siguieron la reforma de Martin Lutero) y católicos (que pertenecían a la Contrarreforma).

Asimismo, las diferencias de clases eran igual de marcadas. Estaba la riqueza de la nobleza francesa y la pobreza del pueblo, que era mayoría, por supuesto. Por eso el siglo XVII es “barroco”, debido a los contrastes tan numerosos en cualquier aspecto.

El amor y el sexo barrocos

Si te quieres hacer una idea de cómo era el amor y el sexo en ese tiempo, basta con decirte que las consignas de la época eran las expresiones latinas “carpe diem” y “memento mori”, que significan “goza de este día” y “recuerda que vas a morir”, respectivamente. Esto me recuerda mucho a la expresión millennial “yolo”, you only live once, es decir, “solo vives una vez”. Como verás, la filosofía barroca no dista mucho de la del siglo XXI, ¿verdad? Aun así, aquellos que todavía defendían la religión, seguían siendo muy recatados y conservadores.

A su vez, la época también se caracterizó por la vanidad, la cursilería y lo efímero, pues se consideraba que todo lo hermoso que nos rodeaba iba a morir y a desintegrarse. Así que era muy común ver que algunos vivían de una manera muy desenfadada, dándole rienda suelta a sus pasiones, mientras otros estaban encerrados en una Iglesia confesando todos sus pecados y lamentándose el hecho de que había más libertad con respecto al amor y la sexualidad.

La  teatro fue el símbolo más importante de la época, pues llegó a ser más que una simple expresión artística, pues se convirtió en una imagen de la vida humana. Shakespeare destacó en ese tiempo, pues escribió sus grandes obras alrededor de 1600; obras que, como ya sabemos, están llenas de las bondades del romance y los estertores de la tragedia (cosas contrarias, lo cual es muy barroco), donde el amor es el principal protagonista.

Como el arte fue la herramienta de representación de la vida humana, la pintura también se vio influenciada por el elemento barroco. Los cuadros que se pintaban en la época eran de temática religiosa, pero compuesta por el erotismo. Al respecto, Warner Weisbach, autor de El barroco. El arte de la Contrarreforma, señala que “la sensación de que el elemento sensual invade el arte religioso contribuye a crear la trama de la cultura barroca […] Lo erótico se refuerza y se acentúa, expresándose en el sentido de lo picante, lo coqueto y lo ardiente”. Todo ello como una forma de despertar la sensibilidad del católico y de tentarlo.

El amor en la época barroca era, de igual forma, muy idealista. Lo que importaba era el romance, era la única razón por la que se vivía, aunque el sentimiento no fuera mutuo. El sexo era un plus, pero no lo primordial. Aunque todavía había personas que seguían con un pensamiento medieval, lo cierto es que el Renacimiento ayudó en gran medida a que en los tiempos barrocos el amor y el sexo se vivieran sin miedo, en contraste a la opresión que signaba la Edad Media y la Iglesia.