Amor y sexualidad en la Edad Media

Amor y sexualidad en la Edad Media

Es momento de abordar una máquina del tiempo y viajar hacia los años de oscurantismo y retraso, así te darás cuenta que el concepto de amor varía muchísimo dependiendo del contexto histórico en el que se vea enmarcado. Ahorita en el siglo XXI cualquier joven pondría el grito en el cielo si le dicen que no puede tener sexo antes del matrimonio, y que si va a copular con alguien debe ser única y exclusivamente para traer un bebé al mundo (cero placer, cero nada de nada). Pues bien, el amor y la sexualidad en la Edad Media más o menos eran eso, una burla, y todo estaba bajo el poder de la Iglesia Católica y de la Corona. Así que súbete a la máquina del tiempo y viajemos hasta el siglo V de nuestra era, ¿vale? La travesía será larga y sufrirás de jet lag.

Primera estación: Contexto. ¿De qué va la Edad Media?

No podemos hablar de la Edad Media sin saber, a grandes rasgos, de qué se trató este período y qué circunstancias lo marcaron.

  • Duró diez siglos, o sea, mil años. Del siglo V al siglo XV. Desde la caída del Imperio Romano en el 476, hasta el descubrimiento de América en 1492.
  • Comprende 3 etapas: La Temprana (siglo V al IX), la Alta (siglo IV al XIII) y la Baja (siglo XIII al XV).
  • La Iglesia impone una visión teocéntrica del mundo, lo que le lleva a ejercer un control total en la vida cotidiana. Tanto la Iglesia como el Reino tenían un poder absoluto.
  • Se trata de una época muy retrógrada y oscurantista, de mucha represión, opresión y atraso.
  • Se desarrolló el feudalismo, que dio forma a las relaciones de poder y servidumbre entre los señores y sus siervos.

Segunda estación: Amor y sexualidad en la Edad Media

La Edad Media se trata de una época muy represiva en cuanto a la sexualidad, pues se veía como algo pecaminoso, peligroso y reprobable. Pero, claro, al mismo tiempo se veía como lo más soñado y secretamente deseado.

Matrimonio

No se hacía por amor. De hecho el amor era visto como algo peligroso que tentaba a las personas a satisfacer sus necesidades carnales y pasionales, lo cual significaba pecado. Las nupcias se contraían bajo el término “dialetio” que significaba amor honesto y comprometido, no romántico, sino más bien como de amistad o complicidad.

En la sociedad medieval, la Iglesia impuso que el sexo solo era posible dentro del matrimonio y con la única finalidad de procrear. O sea, que si la pareja iba a tener sexo era nada más para hacer hijos, no para procurarse placer. De lo contrario, sería pecado. Se basaban en el “honesta copulatio” que significa “práctica del sexo con el casto motivo de continuar con la especie”.

Por cierto, dentro del matrimonio solo se permitía tener sexo de lunes a miércoles, y en las noches, porque de día era pecado. Tenían prohibido el sexo de jueves a domingo, no podían copular durante la cuaresma, tampoco en los 35 días previos a la navidad, ni en los 40 días previos a la fiesta de Pentecostés, mucho menos podían tener relaciones sexuales si era un día en el que se celebraba un santo.

Gracias a -o por culpa de- la Iglesia, el sexo se veía como una enfermedad. Por eso se fomentaba la castidad para “salvar las almas” de la gente pecadora. Ave María Pusísima…

Tener sexo fuera del matrimonio era igual a fornicar y eso significaba pecado. Tampoco se permitía la homosexualidad (se castigaba con muerte en la hoguera y mutilaciones) ni la masturbación. Tampoco estaba permitido el coitus interruptus, como control de natalidad, pues se consideraba que eso causaba la laceración del pene.

También se creía que las enfermedades del pene se producían porque el hombre había introducido su falo dentro de una matriz “sucia” y llena de “veneno”, o sea, que había tenido sexo con una mujer que estaba menstruando.

Adulterio y machismo

El adulterio era pecado y delito, pero dependiendo del sexo. Era una deshonra religiosa porque atentaba contra el matrimonio y hacía que aparecieran bastardos. Sin embargo, había diferencias y favoritismos. Si el hombre era adúltero, se decía que había caído en el amancebamiento y era normal, solo se trataba de una desviación. En cambio, si era la mujer, se le consideraba de una vez adúltera y delincuente.

La mujer era considerada un ser inferior y, por lo tanto, tenían que desempeñar papeles pasivos: casamiento, sexualidad (cuando el hombre tuviera ganas), parto y lactancia. La mujer debía someterse a las decisiones del marido. Eso de los juegos eróticos para estimular a la mujer, no existían, ella solo debía recibir y aceptar, aunque le causara dolor.

Según las reglas de la Iglesia, el matrimonio concedía al esposo el derecho de disfrute sobre el cuerpo de su mujer, es decir, se convertía en su propietario y podía hacer con ella lo que se le diera la gana. La mujer era un objeto y no un sujeto.

El Kamasutra de la Edad Media

La única posición aceptada era la del misionero (el hombre encima de la mujer). La mujer debía estar ubicada debajo para representar su inferioridad y mantener los roles de pareja donde el hombre es el que domina y el que tiene el poder. Se decía que si la mujer estaba arriba gozaría de mucho placer y eso era inmoral.

Si la pareja osaba tener sexo en otras posiciones, estas eran las penitencias:

  • Sexo dorsal (la mujer encima): 3 años a pan y agua para ambos.
  • Lateral, sentado, de pie: 40 días a pan y agua.
  • Coitus retro (vaginal, pero por detrás): 40 días a pan y agua.
  • Masturbación mutua: 30 días a pan y agua.
  • Sexo interfemoral (eyaculación en las piernas): 40 días a pan y agua.
  • Coitus in terga (sexo anal): 3 años a pan y agua si era con un adulto, 2 años a pana y agua si era con un niño (pedofilia), 7 años a pan y agua si ya era un hábito recurrente, 10 años a pan y agua si se hacía con un clérigo.

¿Cómo se enteraban de los “delitos”? Pues por la confesión en la Iglesia, y esas eran las penitencias que el cura colocaba. Por supuesto, si la homosexualidad se hacía pública, los culpables eran mutilados y llevados a la hoguera.

La prostitución

¿Quieres saber dónde estaba la doble moral de la Iglesia? Pues en la prostitución. Esta actividad, aunque se trataba de fornicación y, por lo tanto, de pecado, era considerada un “mal necesario”. El argumento era porque cuando los hombres buscaban relaciones con prostitutas, servía para que ellos saciaran su placer y para proteger a las mujeres respetables de la seducción y la violación.

Además, la prostitución era un excelente negocio que lucraba a la Iglesia. El 5% de los ingresos que tenía la Iglesia, provenía de los lupanares. ¿Por qué? Porque los prostíbulos estaban dentro de lugares que le pertenecían a la Iglesia y, bueno, gran parte de lo que ahí se generaba iba a parar a sus manos.

Los burdeles contrataban médicos para que una vez a la semana revisaran el estado de salud de las prostitutas, y así garantizarle a los clientes que podían tener sexo sin riesgo a contraer enfermedades. La sífilis era la que más abundaba en ese tiempo.

La virginidad

La virginidad en la mujer era garantía de calidad para un esposo, significaba mercancía nueva, no tocada por otras manos, lo cual le daba poder al hombre de sentirse dueño y el “primero y único” en desvirgarla. Además, la virginidad era considerada una virtud porque abría las puertas del cielo.

Por supuesto, el hombre no tenía por qué ser virgen al casarse. Era muy común que ellos tuvieran sexo con prostitutas antes del matrimonio para poder satisfacer sus deseos carnales. Ellos sí tenían derecho al placer, las mujeres no.

El cinturón de castidad

Era como un calzón de hierro que se les colocaba a las mujeres y se cerraba con llave para proteger su virginidad o evitar que fueran infieles. En el caso de que se quisiera proteger su virginidad, una llave la tenía su padre y la otra un cura. En el caso de evitar la infidelidad, una llave la tenía el marido y la otra un cura. El cura siempre tenía una llave por si acaso al padre o al marido de la mujer le pasaba algo.

El instrumento les impedía llevar una vida normal porque maltrataba la piel y casi no podían caminar, les dejaba heridas profundas en la epidermis y les ocasionaba infecciones vaginales y anales.

La masturbación

Era considerado uno de los pecados más graves porque, si se trataba del hombre, se desperdiciaba la “semilla creadora”; y si se trataba de la mujer, era un acto pecaminoso porque solo se hacía para procurarse placer.

Se creía que el esperma se producía en el cerebro, que era un tipo de sangre “mejor procesada” que permitía la reproducción. Por eso la Iglesia prohibió la masturbación, porque se estaría derramando el “líquido de la vida”.

También por eso la mujer era considerada inferior, porque su sangre no era tan pura y su cuerpo no producía esperma, sino la menstruación, que se veía como algo asqueroso y venenoso producto de toda la “impureza” de su organismo.

Preservativos y consoladores

Los condones eran intestinos o vejigas de animales, también los había de lino. Su finalidad era únicamente para protegerse de las enfermedades -sobre todo cuando los hombres se acostaban con prostitutas-.

También había consoladores en forma de miembro viril, pero su uso era castigado. A las mujeres se les imponía una penitencia de un año a pan y agua. Dentro del matrimonio también se usaban consoladores por si el hombre sufría de disfunción eréctil.

Por cierto, cuando un hombre tenía problemas con su pene y no podía mantener una erección, un grupo de médicos le examinaban el falo para evaluarlo y determinar si sería capaz de procrear. En caso que se detectara algún problema de impotencia y el matrimonio no podía consumarse, la pareja podía separarse legalmente.

Última estación: De regreso a casa

Como te habrás dado cuenta, el viaje a la Edad Media fue sumamente decepcionante. Enterarse de tanto retraso es algo que avergüenza. Además, como te mencioné, el amor era mal visto, y si los hombres se enamoraban genuinamente de sus esposas, entonces ellos eran objeto de burla.

La situación del machismo y todas las represiones sexuales eran realmente avasallantes. La Iglesia Católica controlaba todo y por eso a esta época también se le denomina “La Edad del Oscurantismo”.

Ya han pasado muchos años y ahora estamos en pleno siglo XXI que, aunque no es para nada perfecto y tiene sus propios grandísimos problemas, la sociedad dista mucho de ser “atrasada” en comparación a la Edad Media.

 

 

 

 

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